martes, 24 de junio de 2008

En un rincón


María llevaba varios días con el estado de ánimos por los suelos. En uno de estos días decidió entrar la troje. Allí, entre una máquina de coser a pedales y un armario lleno de abrigos viejos vio algo extraño.

Esta cosa que María veía era pequeña pequeña, irreconocible, casi imperceptible.

Desde entonces María subía cada día, a ver si descubría que era aquella cosa.

Pasados el par de días María iba a la troje con ánimos de saber de que se trataba.

A la semana aquello engordó y era algo más grande.

Pasadas dos semanas ya se veía bien, aunque María seguía sin saber de que se trataba. Pero ella dedicaba su tiempo a observar aquello, le hablaba durante horas, convirtiéndose en su confidente, ahí en ese rinconcito.

Al mes de encontrarlo se dio cuenta de que aquello era la esperanza, la había encontrado, y no solo eso, sino que la hizo crecer, hasta conseguir una hermosa sonrisa en su rostro.

Y es que lo que dicen es verdad, es lo último que se pierde. A veces simplemente no la queremos reconocer, pero ahí está, esperando a ser valorada.

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