viernes, 2 de diciembre de 2011

Un libro en el bus

Un dos tres, un dos tres. Calma. Calma. Un dos tres, un dos tres. Clara pasea frente a la puerta de casa de Carlos. Sonríe, mira la puerta, se acerca, roza con los nudillos la madera con pintura verde despostillada. Cuenta hasta tres. Tres y toca fuerte. No, mejor esperar otro poco. Un dos tres. Calma. Piensa en que con esa desesperación no puede, para nada, hablar con Carlos, se tiene que calmar.

¿Y qué va a decirle? Vuelve a dar tres pasos hacia la derecha. Luego otros tres a la izquierda. Se pone de cunclillas y rebusca en el bolso verde hierba. No hay nada que no haya visto ya otras mil veces. Se queda así durante un instante. Pero entonces piensa que si viniera alguien y la viera así, con el vestido tan corto. Se pone de pie, se alisa el vuelo del vestido, se cierra la chupa de cuero rojo. Mira su reflejo en un Clio aparcado, se aparta unos mechones de la cara y se intenta alisar la parte de atràs, que se le ha rizado con la humedad del otoño.

Uno dos y tres. Y se para en seco. Piensa en lo tonta que es y comienza a andar hacia la izquierda. Cuatro cinco y seis. Sonríe. Siete ocho y nueve. Busca en su bolso el pintalabios rojo, y vuelve a sus pasos hasta el Clio y se repasa el color. Sonríe, pero en esos momentos le parece que su sonrisa tiene más de mueca que de risa.

Se marcha, definitivamente se marcha. Lo deja. Mientras camina escucha un sonido tras de ella, y Clara le entra prisa, vergüenza y dolor de tripa. Todo junto. Son nervios. Aprieta el paso, y siente como sus zapatos rojos repican por toda la calle, cada vez más.

Alguien le toca el brazo y se gira violenta. Es Carlos, está descalzo y con el pelo revuelto. También está sudando.

- ¿Te marchas?- Dice sonriendo.- Te invito a tomar café, tienes que tener frío.

- ¿Sabías que estaba en tu puerta?

- Claro, dejé mi libro en el asiento del autobus con la intención de que me lo vinieras a devolver, así hablariamos de una vez.

- Si querías hablar conmigo, ¿porqué no lo hiciste?.- Clara no lo entiende.

- Porque quería asegurarme de que no eran imaginaciones mías. Yo he visto que me mirabas, yo te he mirado todos los días desde hace varías semanas. Pero a lo mejor era coincidencia. Bueno, coincidencia no, muchos días he dejado pasar varios autobuses hasta que tu has salido de clase. Hubo un día que no fuiste, o no esperé demasiado.

- No me lo puedo creer.- Y es cierto, Clara no sabe donde meterse, le parece una broma pesada, o algo peor, Carlos está hablando en serio, lo que le preocupa. Aunque también le halaga.- El martes me llevó una amiga en moto, no cogí el autobus para volver a casa. Yo también me he fijado en tí estás últimas semanas. Pero no sé nada de tí. Sólo tu nombre y tu dirección, estaba en la primera página del libro.

-Ya, me he arriesgado a perderlo, pero por alguna razón pensaba que me lo devolverías.-Y sonriò.- ¿Y tú como te llamas?

- Clara, estudio periodismo. Y me ha costado venir hasta aquí, en realidad me marchaba, pensaba devolverte el libro si coinciamos otro dìa. O no lo sé.- Y se riò nerviosa.

Carlos la miró y pensó que era preciosa y delicada. Pensó que nunca había tenido delante una chica tan autentica. Vestida de rojo y verde hierba, con el pelo alborotado y los labios de color fresa. Tenía ganas de cogerla de la mano y caminar. Simplemente caminar.

Y eso, hizo, la cogió de la mano y se puso a andar, y ella sonrió.

Clara miró a Carlos de reojo y se dio cuenta de que era más guapo que lo que parecía en el bus. Quizás era el verlo sin el abrigo y la bufanda. Se dio cuenta de que le gustaba mucho. Solo querìa caminar a su lado y escucharle durante horas.

A la media hora de paseo, comenzó a llover. Clara miró a sus pies y se rió.

- Estás descalzo.- Le dijo a Carlos.

- Y tú preciosa.

lunes, 2 de febrero de 2009



Clara vivía tan aferrada a sus amores de una noche que no veía lo obvio delante de ella. Clara estaba cansada de sí misma, arrastrando un pasado que cada vez pesaba más. Es por eso que tuvo que hacer un alto en el camino para descansar.
El agua le dijo que mirase a su alrededor, que abriera los ojos. Ella pensó que el agua podía tener razón, aún así prefirió esperar.
El agua siempre había sido amiga y siempre la había ayudado cuando las cosas se ponían feas. Es por eso que se quedó pensando sobre su pasado y ese lastre que arrastraba.
En su bolsillo llevaba una petaca llena de tequila, desde hacía dos meses esa petaca estaba ahí, sin pedir nada, pero ofreciendolo todo.
Pensó en sus miedos, pensó en los miedos del tequila, pensó en su pasado y lo poco que le estaba empezando a importar.
Se levantó y comenzó a caminar dejando atras el lastre llevando consigo el apoyo del agua y la petaca de tequila. Cuando estaba lejos y su pasado empezó a ser carne de buitre abrió la petaca y dio un largo trago.
Se embriagó, los botones obedecieron, la nieve coronó un amanecer y las melenas se enredaron.
Ahora, sólo disfruta del presente, que el pasado fue escabroso y el futuro es incierto

lunes, 20 de octubre de 2008

martes, 14 de octubre de 2008

Allí


Por entre montañas y colinas van los sentimientos.
Entre zarzas y malezas se descubre el horizonte.
Horizonte donde la carne no tiene sexo,
no tiene cielo, ni patria, ni ley.
Por allí cerdea mi bajel pirata descubierto.
Hasta donde la carne es sublime,
Donde resucita el viento del mar
Y al mar mueren fantasmas y sosiegos.

Y yo cantando a los páramos
Donde nada es secreto. Nada es concreto.
Allí donde se mezcla el rumor de las nubes
Con los gritos azules del cielo,
Donde se dibuja una sombra a colores de libertad e igualdad.

Allí me quedo.

Allí te espero

domingo, 6 de julio de 2008

Roma












Roma- viaje a media noche sin dormir - mufasa - gamberrismo de hermanos - sobaca mora - risotto porcini - foro romano cansado- circo máximo convertido en picadero de caballos- paseos arrastrando los pies- helado con sabor a cielo mmmm - compra de deportivas - Giovanni Ranna -Bruno - una casera demente - baño de madera (Ángel: me da cosa sentarme en el báter de madera, ¿y si me clavo una astilla?) - extremeños en una cola - perrete precioso - momias - piñaca - laocoonte - bacos varios - frescos chulísimos - capilla sixtina con un gamberro flipando - mareo en una escalera - cúpula de la basílica de san pedro del vaticano (lagrimita) - El mundo a mis pies- comida y siesta detrás de san Angelo - Paseo por el casco antiguo- Benitos y Borromeos (Bernini y borromini) - ¿que es eso? la columna trajana ¿de qeu estilo, dórica, jónico a corintia? no tiene que ver con nada de eso. Ah que es otro estilo...mola, pero no sujeta nada - Abarrotada Trevi - espera en la Escalera de la plaza de españa a que se cayera algun guiri - Valentinos de 6.000 euro- Giovanni Rana nos saja en la cena- Gamberrismo en los museos capitolinos con tontuna arrastrada - María la más bella - Perros flautos siesteando- perdidos en la otra orilla- ¡civilización! - cerveza nastro azzurro a mansalva - santa maría in trastere un tesoro desconocido - una calle - un balcón - un helado - una silla andaluza ¿?- To sexy to sexy- mis pies doloridoS - Giovani se olvida de mi cena :( - un trompo con un ferrari (guau)- Decepción nocturna- Scooter de rueda alta - carlo se porta- Graze mile- pitorreo en el aeropuerto- turburencias llegando a madrid- Arrivererchi


Pd: ¿Donde vas tunante? ( a las palomas)
Pd2: las fotos son una pequeña muestra de las más de trescientas que hicimos durante el viaje. Creo que son las menos turísticas y las más curiosas, espero que disfruten con ellas

martes, 24 de junio de 2008

En un rincón


María llevaba varios días con el estado de ánimos por los suelos. En uno de estos días decidió entrar la troje. Allí, entre una máquina de coser a pedales y un armario lleno de abrigos viejos vio algo extraño.

Esta cosa que María veía era pequeña pequeña, irreconocible, casi imperceptible.

Desde entonces María subía cada día, a ver si descubría que era aquella cosa.

Pasados el par de días María iba a la troje con ánimos de saber de que se trataba.

A la semana aquello engordó y era algo más grande.

Pasadas dos semanas ya se veía bien, aunque María seguía sin saber de que se trataba. Pero ella dedicaba su tiempo a observar aquello, le hablaba durante horas, convirtiéndose en su confidente, ahí en ese rinconcito.

Al mes de encontrarlo se dio cuenta de que aquello era la esperanza, la había encontrado, y no solo eso, sino que la hizo crecer, hasta conseguir una hermosa sonrisa en su rostro.

Y es que lo que dicen es verdad, es lo último que se pierde. A veces simplemente no la queremos reconocer, pero ahí está, esperando a ser valorada.

sábado, 21 de junio de 2008

Un pez que no tenía nombre.

Había una vez un pez que se le olvidó nadar.

Se dejó llevar por la corriente, río abajo.

Un día llegó al mar, y todo era desconocido.

Se desorientó y no supo cómo respirar.

Poco a poco dejó de luchar por vivir.

Murió sin que nadie lo echara de menos, no supo disfrutar de su vida, ni siquiera supo sobrevivir.