martes, 29 de abril de 2008

Basileía I


Mírala, parece tan feliz. Ahí está ella, dulce niña perdida en la veintena. Sigue escribiendo y creyendo su cuento. Podría tener su propio castillo pero prefiere tener al príncipe primero.
No hay príncipe, ¿lo hubo alguna vez? Quizás. No. Solo fue un espejismo. Fue el reflejo de sus deseos con alma de cabrón. No merece más mención.
Ella es transparente. No puede ocultar lo que siente. Para alegría de todos el una persona excepcionalmente optimista. Llorar significa fracasar. Y ella no fracasa, simplemente se mantiene al margen, viendo la vida pasar. Viendo cuan sala de cine se tratara como los que la rodean viven, aman, odian, triunfan y caen. Ella no se arriesga, ¿para qué? Como mucho conseguirá disgustarse al ver que no es todo como ella lo pintó con diez años.
Basileía vive en un palacio de cristal. No sale y no entra. Todo en orden. Todo brilla. Todo limpio. Es este su palco de honor desde el que se sienta a mirar el desfile vital. Tiene amigos, muchos. Es una niña demasiado adorable, mítica incluso. Parece que ha bajado del Olimpo para ser testigo de honor de los mortales. Aún mantiene su rostro virginal, limpio, inmaculado. Demasiado perfecto para ser humano. Es como si Fidias la esculpiera cada mañana.
Sus ojos azulísimos son veneno para quien los mire, vicio que no quieres dejar, pócima de druida. El solo hecho que ella te observe es un hecho que recordarás cada día de tu vida. Le gusta que la gente vaya a su casa. Le gusta que la halaguen por su hospitalidad, su casa, su comida, su personalidad, por casi todo, menos por sus ojos. Sabe de su poder y no le gusta mucho. En el pasado le causaron demasiados problemas. Son sus carceleros, su árbol de la ciencia que da vida y muerte.
Aún así ella es feliz. Disfruta con muy poco, se conforma con cualquier cosa, prácticamente con todo. Para ella una visita tuya es un regalo a considerar. Piensa que todos siente el mismo apego a su casa como ella a la suya, y como nunca sale, qué sus amigos vayan a verla es un detalle demasiado bueno como para dejarlo pasar.
Nadie le cuenta la verdad, nadie puede decirle la verdad. Cuando la conoces en su palacio te convences de lo que dice, ella es emperatriz de su reino, y tú, súbdito que la obedeces sin duda alguna. Suele estar en una habitación inundada por la luz. Es muy acogedora. En invierno el calor de los rayos de sol conserva la temperatura hogareña, mientras que en verano la brisa pasa permitiendo una estancia más que apetecible. En esta habitación, grande como un campo de tenis, hay innumerables sitios y maneras de pasar el rato. Y ella siempre mira hacía fuera, intentando sin resultado alguno perder la mirada en el jardín. No. No puede ser.
Cuando vas a verla es porque alguien que tú conoces le ha hablado de ti y ella se interesa. Se interesa por mucha gente. En ocasiones su habitación está llena. Ella se pasea entre los diversos grupos como gran anfitriona que es. Aunque no suele mirar a sus invitados, no los mira, al menos, no directamente. Lo hace cuando está con otros invitados. Como es desasido detallista, se fija en detalles mínimos que distinguen a la persona del resto y cuando va a saludarla se lo comenta, provocando así un efecto increíble. De nuevo parece que del Olimpo se ha caído.
Sus vestidos son luz del mediodía. Cálidos. Rara vez de oscuro. El marrón es el tono maldito y el blanco el más habitual. Siempre vestido. No lleva falda, pantalón o camisas. No. Vestidos de todos los cortes y modelos. No repite. Para qué repetir si su armario no tiene fin. Todo aquel que la conoce cada vez que ve un vestido bonito en cualquier sitio se acuerda de ella, y si es posible lo compra y se lo regala. Ella lo agradece infinitamente.
Su caja fuerte tampoco los ojos alcanzan el color de la pared frontal, es posible que no exista. Tiene dinero que no sabe de donde le viene. Ella no le da importancia. Es algo mundano, que ahí está, que le ayuda a vivir, pero, ¿es realmente necesario? Ella escucha continuamente a algunos de los que la visitan que de tener más dinero su vida sería mucho mejor. Basileía sabe que tiene más del que necesita y no siente que su risa sea más placentera de aquellos que más dinero desean.
Y su risa, ¡oh!, maldición para los oídos que alguna vez la lograron escuchar. Basileía, ser etéreo, misticismo de auténtica ninfa, su carcajada parece la melodía de una arpa. Rara vez se ríe, se tiene que sentir realmente cómoda para desinhibirse. Sonreír sí, ella sonríe de forma continúa, y a veces suelta una risilla simpática en el momento adecuado, pero reírse con ganas eso el un hecho aislado.
Basileía, tan bella como vacía, tan acompañada y tan sola a la misma vez.

miércoles, 23 de abril de 2008

Para mi duende.


Esta imagen y este relato es para tí, Kuki, o Cookie, como prefieras.

Al ver tu actualización de hoy los recuerdos me vinieron a visitar, como hacen tan a menudo, por que a los buenos amigos no se les deja de recordar. Me acordé del bocadillo de chopped o salami o mortadela, lo que quieras dentro, porque yo me quedo con el pan, tu ya sabes que de nuestro bocadillo me quedo con el pan, y si he de elegir me quedo con el de abajo, el primero.

Porque aunque nuestra amistad se ya lleve cinco años, el primero fue el mejor. Vernos todos los días, sentarnos juntos, aquella excursión a Mérida escuchando a Mago de Oz en el camino, largas explicaciones sobre cómo jugar a los Warhamers (que sepas que cada vez que paso por la tienda de esos bichillos sonrío para mí), mil cosas.

Nunca te agradecí que fueras tan comprensivo conmigo cuando no sabía cual era mi acera, fuiste el mismo en todo momento, y eso es algo que a veces, ni los mejores amigos pueden hacer.

Los momentos Charo los dejaremos para otro día, ¿pero te acuerdas de Gibrán?, joo, ese si que era un autentico gilipollas de pies a cabeza, arrrrggg.

Muy a menudo me acuerdo de ese examen final con Encarna, la de lengua, que tu habías escrito en un folio con pilot rojo (que aún conservo al igual que el boli con material de balón de baloncesto) todas las chuletas, y cómo con tu enorme pie me la pasabas para adelante para que las leyera, y así copiar yo también, ¿no lo recuerdas? Que el examen duró dos dias, y el segundo apareció la bruja mala del este, también llamada Charo y nos separó...maldita pécora amargada...

Y esos calzoncillos!!! Jeje, que me dio más verguenza dártelos que comprarlos en Tipo, donde el hombre me miraba con cara rara. Jeje, pero si hay algo que no olvidaré fue el abrazo con el que me agradeciste, fue tan Kuki. Era el último día, y la policia fue a la puerta de la Giraldilla, y a Luis a Álvaro y a mí nos pidieron los datos, de mí se olvidaron pero Álvaro las tuvo. Me puse super nerviosa, y al rato volvimos para la Laboral, testigo de tantos momentos, y recuerdo con total claridad nuestra despedida, pocas me dolieron tanto como aquella, de alguna manera sabía que nada sería igual después de aquello. Y tus últimas palabras fueron: Un beso, adios, cuidaté. Cómo ese Requiém, la única canción que escucho por voluntad propia de Mago de Oz en mis momentos de nostalgia.

Cierto, nada volvió a ser igual, pero tampoco estuvo mal, lo hemos sabido hacer bien.

Ahora lo recuerdo, te lo digo, para que quede constancia, el otro día, releyendo viejas agendas, una de mis medicinas para no caer, había cierta deuda pendiente, te debo un helado, olvidé la apuesta, el motivo, pero la próxima vez que te vea lo cumplo, que aún no lo hice.

Si soy sincera quiero verte pronto, de verdad, para que me des un abrazo de esos tuyos, que son geniales, ahí muestras toda esa ternura escondida en esa fachada de chico duro. Además hueles bien, es algo que no olvido tampoco, pero no ese olor de cierta colonia, si no el tuyo, recordarlo me hace sentir el peso de las dos trenzas a cada lado de la cabeza, unas piernas de colores y un poncho de lana. Esos tiempos que no volveran.

Si hay un momento que te tengo que echar en cara por no estar allí fue en el viaje a Italia, de haber venido te lo hubieras pasado genial, y habría podido compartir contigo mis momentos de arte, y también la diversión de por las noches. Pero bueno, eso es pedir demasiado. Aunque la Paranoia estuvo genial, y por la noche mucho mejor.

Creo que voy a ir parando, tantos recuerdos me ponen tristona, y escribir llorando es algo que me sigue costando un poco. Por último te recordaré aquel momento en el que leiste algo mío, de aquellas pseudopoesias que solía escribir, en la que hablaba del alma, y tú me preguntabas cómo podía escribir sobre algo así, algo que resulta tan abstracto. Creo que no volví a escribir sobre el alma, pero sé que en ella hay un hueco dedicado a tí, por todos esos momentos.

Sólo decirte que la galleta le falta un mordisco, se lo dí yo, espero que no te importe, un beso grande para mi galleta favorita.

No lo firma Basileía, ni Irie Olvia, lo hace Martyta.


viernes, 18 de abril de 2008

BASILEÍLEIA EN DECLIVE


Basileía estaba triste cómo una muñeca de porcelana olvidada en lo alto de una habitación de la que un día fue una niña. No sabía cómo disfrutar del momento, frente al espejo se sentía estúpida creando una mueca en lugar de una sonrisa. Lo intentaba, alargaba sus labios, levantaba las comisuras y enseñaba los dientes, pero aquello era burlesco, un máscara de la muerte de Ensor, y es que es en lo que se ha convertido, un carnaval decadente, una parodia de lo que un día fue, ella misma en ambos papeles, sintiendo a cada pedazo de su alma, cómo todo se desquebrajaba.
Su alma, la que un día fue un palacio de hielo, un precioso palacio de arte manuelino tallado al detalle. Era fría porque ella se cansó del calor que desprendía, de que ese calor le hiciera epicúrea e incluso vulgar. Empezó a ser fría para guardarse de esa vida hedonista, y consiguió, durante unos instantes, mandar sobre su alma, ser jinete de sus sentimientos, y así poder congelarse. Así consiguió su inmunidad frente a lo que venía.
Presumió y posó delante de todos, fue estrella de alfombra roja, la reina del baile. Tuvo su fama, que no fue más que espuma en el mar de la vida. Saboreó el éxito, y por ser alérgica a la miel, se le escaldaron los labios, y ahí comenzó el declive.
A la princesita se le estallaron los zapatitos de cristal, porque en realidad tiene los pies de hermanastra. Y es que eso le pasa por querer representar un papel que ella no había escrito.
Basileia, caída en su propia tela de araña, infeliz por dibujar un destino que no le corresponde por su naturaleza de niña buena, y no de femme fatale, cómo ella hubiera preferido, no por otro motivo, que huir de su propia personalidad atormentada por una risa malévola en la fachada en una obra de arte.

jueves, 17 de abril de 2008

lluvia

Silvia estaba sentada al brasero, arropada hasta los hombros con los brazos metidos por dentro, para que el frío no entrase en su cuerpo. Aunque el día no era especialmente frío, sino de esos primaverales de principios de abril cuando la lluvia amenaza con salir pero no lo consigue hasta a media tarde, entonces, durante diez minutos lo hace con mucha fuerza, y luego es una suave llovizna.
Ahora es uno de esos momentos de lluvia copiosa, Silvia se empotra más en el sofá, y de reojo mira la ventana, por donde las gotas juegan a ser un laberinto que se separa y se une al antojo del azar. Y a su vez Silvia da comienzo a su lluvia propia, que es personal e intransferible, como la ropa interior. Sus lágrimas no juegan al laberinto, simplemente caen en vertical hasta la barbilla. Silvia no se seca las lágrimas, disfruta con el recorrido de ellas por su cara.
Su lluvia interior se parece más al laberinto de la ventana, un goteo intermitente de sentimientos hace aparición por su alma. La desesperación se apodera de ella y su llanto continua a pesar de que la lluvia ya no es tan intensa. Siente la soledad en cada gota que se escapa por su alma, siente cómo su voz se ha perdido entre los gritos ahogados de sus ojos. Puede morder la soledad hasta hacerla añicos, y entonces para, y saca un brazo para alcanzar una servilleta de papel que le servirá de pañuelo. Tras limpiarse las lágrimas siente cómo la soledad, cómo ave fénix, ha resurgido de sus añicos y se apodera de nuevo de su desolación. Y su cara vuelve a humedecerse.
Pronto siente que sus problemas son un puñado de idioteces, que la soledad se acaba con una llamada de teléfono, con llamar a su regazo a su perrina. Entonces, sin hacer nada, comienza a sentirse mejor, mira por la ventana y ve el arco iris sobre el parque vacío, y sonríe. La felicidad ha matado a picotazos al ave Soledad.

martes, 15 de abril de 2008

NUNCA JAMÁS

Todos tenemos una imagen sobre ese país, donde Peter Pan y sus amigos

Disfrutan y sobreviven anclados en la infancia mientras un no tan malo capitán

Garfio intenta complicarles la existencia. Pero sé, estoy segura que todos hemos

Ansiado el momento en el que dejar de crecer complacería nuestras ganas de

Disfrutar la vida desde abajo, donde la ignorancia se esconde tras la inocencia

Desempeñando el papel de la inexperiencia.

He sabido reconocer que no quiero crecer, y que con mi mente busco ese

País; mirando al cielo, pierdo la mirada sin haber encontrado esa segunda estrella

Para poder girar. Pienso esto al se consciente de lo que me espera, y no quiero ser

Mayor de edad, ni tener coche, pareja o trabajo, si no que deseo volver a oler las

Caligrafías “RUBIO” las primeras semanas de septiembre, a quitarme las zapatillas

Llenas de tierra o llorar por que me he raspado las rodillas. Añoro gastarme “veinte

Duros” en gominolas y sentarme frente la carretera para elegir los coches que

Pasan, aguantar las riñas de una madre irritada al ver que me he mojado hasta las

Rodillas o discutir por qué ve en la”tele” con mis hermanos.

Daría oro por comer todos los días con mi familia, sentarme a ver los dibujos

Sin importarme que tengo que estudiar o zambullirme en las aventuras de algún

Libro de “los cinco” sin pensar qué ponerme para salir, porque aunque los vestidos

De enormes flores o cuadros con inmensos baberos y lazos sean un crimen ante

La moda, entonces los lucía sin pensar que eran feos sino que ese día era domingo

O festivo, por lo tanto tendría paga y no podría saltar en los charcos porque llevaba

Calcetines de punto.

Realmente es en la infancia cuando todo es mejor, desde donde todo es

Más grande por que nosotros somos más pequeños. La niñez es el surco en el que

Zanjaremos la base de nuestra vida y amistades, estas últimas, aunque en

recuerdos, hacen de cada uno cada matiz que nos convierte en únicos e

insustituibles en ocasiones o situaciones.

Ser niño es ser persona; valorar la infancia , ser nostálgico; creer en “Nunca

Jamás”, un privilegio.

sábado, 12 de abril de 2008

Un rincón para Basileia

Basileia es esa princesa Bizantina que hace las veces de musa y de protagonista de todo lo que de mis manos fluye, lindas palabras con amor para ella. A ella le dedico este blog, para que siga ahí mucho tiempo más.